De mí se espera mucho:
que me mida la pasión,
que la regule.
Que siga los pasos
de quien más suerte tuvo
entre los últimos diez
o quince o treinta
que anduvieron por mis chanclas.
Me conocen tanto,
que regularmente debo,
para saber quién soy,
ir a revisar sus ojos y sus lenguas.
Allí también,
rebobinando un poco,
encontrarán ustedes
la versión oficial,
esa que vale,
de las cosas que he hecho:
mis motivos,
egoísmos,
cinismos,
fracasos…
Casi que pedir permiso tengo
para respirar en la siguiente dirección.
Y he descubierto que me temen
y que,
piadosamente,
me convidan a tenerme miedo…
Dejen en paz al gorrión,
que ya él pagará el precio
de ignorar migajas
por batir libélulas y camaleones.
De sobra sabe
que se juega el ala.
Texto: Mario Ernesto Almeida
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