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Mostrando entradas de mayo, 2021

Comer mierda con la poesía

Por Mario Ernesto Almeida Los actores, pude ver, son un poco comemierdas con la poesía. Les interrumpen una puesta en escena y, cuando logran volver a las tablas, aunque hayan transcurrido años, retoman la obra por donde mismo los obligaron a dejarla. La poesía, a veces, son esas pequeñas comeduras de mierda, mierda que marca y mitifica. Quizás se encuentre ahí la causa de que mierda le deseen, incluso en demasía, a todo el que está a punto de abordar un escenario. No hay tablado sin poesía y cuando lo hay… es muy probable que no valga la pena. Cuando se sube hay que llevarla a cuestas sin importar lo que se vaya a hacer allá arriba: Ballet, música, cualquier otra danza, teatro… Si no vas a leerle un poema a la gente, no te subas. Si no vas en busca de la mueca en los rostros –no con la vanidad de verla, sino con la vocación de servicio que constituye provocarla–, mejor no salgas del espejo de tu baño. Sobre las tablas hay que provocar preguntas, hacer pensar, reír, llorar,

Quisiera

(Gerardo Alfonso) Nunca falta el tiempo de empezar, nunca el riesgo se corre de más aunque todo parezca ya sin sentido, ya no sé si volvamos amar, nunca sé cuándo vas a pasar, estoy viviendo en un mundo desconocido, si no pudiera verte más en el camino, si no quedara solución… Quisiera que este canto y este amor dieran contigo, que caigan las paredes de lo prohibido, que toda tu salud y tu bondad tengan un nido, quisiera… La distancia nos va a separar, la distancia nos va a separar porque tiene poderes definitivos y creer que se puede esperar es besarse a través de un cristal donde solo se siente silencio y frío, si no pudiera verte más en el camino, si no quedara otra solución, Quisiera que este canto y este amor dieran contigo, que caigan las paredes de lo prohibido, que toda tu salud y tu bondad tengan un nido, quisiera, quisiera, quisiera… Imagen: Cubasí

Miserable oferta

Por: Mario Ernesto Almeida Bacallao  ___________ Aunque me adviertas débil y supongas que el vencerme sea sencillo, aunque mis dientes amenacen con desaparecer antes de tiempo y mis manos, huesudas, anuncien con temblor el ansia, te prometo no caer. Por mi sangre corren los ya no muertos, dispuestos todos, y todas, claro está, a tomar por suyas mis manos y por suyos mis dientes y por suyos mis ojos. Sin alardes de macho proveedor, saldré a la caza y la pesca, sembraré un árbol o cuatro o dieciséis y regresaré a la cueva con algo entre las manos, manos apenas mías que ya ni débiles serán, como yo, que tampoco seré débil para entonces. Calculando tiempos agrios, miserablemente eso te ofrezco: la supervivencia. De los pasajes de avión, la carne de unicornio y el clima nevado para noches de lava... tendrás que ocuparte tú, aunque a mi abuelo, el viejo cromañón, la honra le duela. Tuyo nunca, camarada.            Pero siempre                    

Mi aventura en un sitio llamado Corral Nuevo (I)

Por Mario Héctor Almeida Alfonso ________ Hace algunos años, comencé a ser cooperativista. Después de haber pasado mis almanaques tras los libros y siendo polilla de hospital, la caprichosa vida me llevó de vuelta a las raíces.  No era lo que se diría un guajiro con las habilidades del resto. Nunca, por ejemplo, había aprendido a ordeñar una vaca porque mis madrugadas fueron de ciudad y de estudios.  Llegué a la CCS “La Plata” como el pescado en tarima. Nada veían mis ojos abiertos. Fue buena la recibida porque, de alguna manera, formaba parte de esa gran familia que observaba con cierto orgullo que el hijo, el sobrino, el nieto… que había estudiado medicina estaba de vuelta. Sin ningún nombramiento oficial, ya era su médico.  No fueron fáciles los inicios, nunca lo son. Vivía en la cabecera provincial, trabajaba en un hospital en el que, además de mis labores asistenciales, poseía obligaciones administrativas. Mi esposa, también médico, hacía su especialidad en La Habana y prácticam

Tus huesos nos deben, Pablo

Por Mario Ernesto Almeida Bacallao  ______________ Otra vez cuelgan los guantes  Con tus huesos extraviados.  Ay, Pablo, lo dice un cable  Que me deja desplomado.  Fueron las huestes fascistas:  Tu cuerpo desenterraron,  Con profana alevosía  A la fosa lo lanzaron.  Fosa común, se comenta,  No les atormenta, Pablo,  Que tus huesos no se encuentren  Porque  recuerdan tu bando:  Tu bando Rojo les arde  Cual sangre hirviente en las manos.  Es por eso que hoy estás,  tristemente sospechamos,  En la fosa más común  Y escondida que cavaron. Es que casi los escucho:  «¡Que no se encuentre al cubano!  Que nadie encuentre los huesos  Extranjeros que retaron  Con pluma, sangre y fusil  A Hitler, Mussolini y Franco».  Ay, Pablo, se confundieron,  Con esa táctica erraron,  Nos escondieron tus cuerpo  Pero tu voz no enterraron.  En fosa común tus huesos,  Tu espíritu en nuestras manos.  Con cierto recelo miro  A aquellos que te alabaron,  Que estuvieron por España,  Que allí estando, señalaron: 

Mi madre

 Por Lázara Bacallao González  ---------------------  La conocí joven, con una belleza natural a la que nunca le vi cremas, ni artefactos femeninos que no fueran un labial y un lápiz de cejas.  Se repartía entonces en asegurar junto a mi abuela Gertrudis el cuidar a mi prima Jaritza, a mi hermano y a mí.  Una vez que iniciamos la escuela, retomó sus estudios y hasta soñó con ser médico; solo le permitieron ser abogada y, como hasta entonces no se veía así, no aceptó. Se dedicó a ser una eficiente secretaria: ¡la mejor¡ Una Carolina Olivares, pero de verdad. La máquina de escribir de sus oficinas era testigo cada año de que prometía que sus hijos serían universitarios.  La vi llegar a Jagüey Grande en domingos de visita suplicándome con la mirada que soportara estar lejos de casa, que no enjugara una lágrima a la hora del maldito motor de arranque del camión de los padres. Presencié todas sus batallas para concretar su objetivo: “mis hijos universitarios”. Hasta hoy camina con nuestro