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Mostrando entradas de julio, 2020

De noches, bandera y plomo

Las madrugadas de julio –cuando no hay huracán– suelen ser así: húmedas, quietas, violentadas cuanto mucho por el vuelo abrupto de alguna mariposa bruja o por la luz lejana de las centellas que, mudas como estas noches de verano, se suceden unas a las otras pero nada más. Al mes de julio le salen canas y arrugas y, nosotros, de tanto inventar calendarios, meses y semanas, terminamos viviendo al pendiente de las fechas. Llega el 26, el Moncada, y pasas horas frente al teclado y sufres, porque sientes que ya todo está escrito y no quieres que lo tuyo sea como la bandera roja y negra del CDR, que de tanto sacarla todos los años acaba por perder hasta el color. *** Ha llovido. La lluvia intensa allana todo: el mar, el polvo, el viento, las hojas. ¿Así le ocurrirá a una ciudad después del asalto, del estruendo, de los gritos, de las persecuciones, del vértigo, del plomo? Las balas son horrendas. En el servicio militar, había soldados que intentaban robárselas para luego hacerse un colgante,

Las altas. Diario de un médico cubano en Perú XI

Por Mario Héctor Almeida Alfonso En estas tierras de la América nuestra no hay guardias “buenas”, cada turno es una sorpresa de casos  complejos donde, entre conocimiento y tretas de viejo lobo, intento resolver situaciones. Durante la atención al paciente Covid-19, existen estructuras del juego médico bien establecidas. Un protocolo con los cambios oportunos y un sistema de trabajo que minimiza los errores nos ha permitido, desde hace algunas semanas, ir dando altas; no solo a casos puramente infectados con la pandemia, también a otros con padecimientos graves asociados. La paciente de la cama 2, incluso, sufría una enfermedad neoplásica terminal y presentaba metástasis en pulmón, hígado e infiltración vesical.  Asimismo, nos llegó un caso con diagnóstico  de insuficiencia renal  que se encontraba bajo tratamiento dialítico. Por las características del lugar, fue imposible continuar dicho procedimiento, lo que trajo como consecuencia un componente pre-renal y post-renal significativo.

Crónica de aquel invierno

Lo único que pensé fue en salir a las 10:30 de la noche para la terminal, con las mismas ropas que llevaba encima en aquella redacción, con la mochila vacía, sin libros, sin abrigos… con nada. Allí, el silencio de funeraria aparece como background del chirrido de bancadas corridas, de los altavoces que anuncian rutas que llegan pero no parten y hasta del carraspeo escandaloso que antecede al esputo. Qué semana aquella de comienzos del decenio… cuando la terminal capitalina guardó mis madrugadas prácticamente una tras otra. Cuando Matanzas estaba a punto de quedar campeón y me recibía con los primeros rayos aclarando sus puentes. Cuando mi padre dijo «no vengas, porque en el trabajo pensarán que hiciste el viaje para meterte al estadio». Desembarcaba en la calle Contreras y me inoculaba en un tumulto de chiquillos de pre, que gritaban las mismas pesadeces y vestían las mismas ropas que yo, cinco, seis y siete años atrás. «Ese feo de camisa apretada se parece a lo que fui», me murmuraba

Treinta de febrero; la vindicación

***Declaración firmada y publicada el domingo 30 de febrero de 2020*** Pasarán cuatro años para que volvamos a estar así de cerca de un 30 de febrero. He imaginado tanto cómo sería, que incluso lo he saboreado y hasta olvidé que resulta –triste pero cierto– prácticamente imposible. Muy a pesar de lo que nos han metido en la cabeza… hoy, en lugar del primer día de un mes, debería ser el último del que recién culmina.  Saldría en todos los periódicos, en las infocintas de los programas televisivos, en los titulares de los noticiarios y hasta en el “Hilo Directo” del diario Granma.  En mediodía en TV, Marino Luzardo disertaría sobre los lugares para celebrar la fecha y algún programa de bajo presupuesto enviaría estudiantes de Periodismo a la esquina del Coppelia, a preguntar a la gente cosas tontas como: “¿Qué piensa hacer en el primer 30 de febrero de su vida?” En Twitter, aparecerían videos cursis y sensacionalistas de los presidentes más conservadores de América Latina o sencillamente

La ponchera

Foto: Cubadebate Son las 12 del día y tengo hambre. No de la que duele –esa fase ya la pasé– hablo del hambre que te hace bajar la cabeza y buscar reposo para aliviar la fatiga, el mareo.  Son las 12 meridiano y el sol está que mata en esta ponchera sin aleros. No pruebo bocado desde ayer a las seis de la tarde y heme aquí, sin fuerzas. No es que ande de pobre sin un peso ni que todo esté desabastecido, la culpa es simplemente mía, que soy un desastre con patas, incapaz de planificarme para tener cada mañana un pan en la cocina. Y nada, desperté y vine cogerle el ponche a la bicicleta porque puedo dejar de comer, nadie lo dude, pero de moverme no.  El ponchero es el tercer elemento que completa mi triángulo de dificultades, junto a los ya mencionados: estómago vacío y sol candente. Para colmo ni siquiera me roba. Me haría tan feliz que me robara… Ello justificaría más mi molestia, mi furia. Pero no, el tipo me habla mal de lo que hicieron sus colegas con la cámara de mi bicicleta, dice

Se me ha perdido un hombre

Carilda Oliver Labra Se me ha perdido un hombre.   Y lo busco por cifras y guitarras, por rostros y entrepisos, en el cielo, en la tierra, dentro de mí.   Se me ha perdido un hombre.   Y me he quedado temblando como quien no come sino polvo, como quien ya extravió la sombra.   Pero no, que no, que no me ayudan a buscarlo. ¿A quién le importa si su mirada ha derrotado al tiempo? ¿A quién le importa aquella piel con ganas de la luz? ¿A quién le importan unos labios transparentes que no tuvieron hambre, unas piernas que sólo corrían al amor?   Se me ha perdido un hombre.   Y todos ríen, se entretienen, sudan, mastican, se desenvainan por las noches; despreciativos, inefables, maromeros, unánimes, como si sólo se hubiese caído un alfiler o la hoja más seca del árbol del bien y del mal, como si la muerte no hubiera entrado a destiempo en nuestra casa.   Y yo pensando que era demasiado joven, que reunía láminas y piedras, pedacitos de mundo, hierros, cosas del mar. Yo pensando en la grandeza

Bestias en La Habana Vieja

Esta porción de ciudad hoy solo parece un cúmulo de adoquines abandonados, ya sin el churre que las primeras lluvias de verano se encargaron de limpiar. Este pedazo de Habana, antaño matizado por pálidos rostros, resulta territorio de gatos que en horarios pico solían limitarse a la pestilente seguridad de los tanques de basura o barajeaban sus cuerpos entre estrechos barrotes, de esos que intentan mantener castos y puros los cuasi secretos jardines de los monasterios. Son gatos de todo tipo. Panzones, escuálidos, peludos, sarnosos, prietos, blancos, con rayas, manchas… y hasta de orejas naranjas por el sol a contraluz que, anémico, intenta traspasar las membranas mientras cae por su propio peso tras la cúpula bañada en oro del capitolio. Gatos de ojos verdes, negros y amarillos; confianzudos, que te retan, que defecan a plena luz y en plena plaza, gatos con uñas y dientes afilados que recelosos custodian  los “benditos” adoquines echados al olvido por las sandalias de particular arras

A 35 años de su vida, tres poemas, Wichy

Imagen: El ciervo herido Arte poética Ahora sé que el poema, antes de ser las líneas trazadas con prisa, es la conversación en el café, la sonrisa azul de Blanca Luz, la muerte de este hombre, el apretón de manos o la vida entre dos. Ahora sé que trazar estas líneas no es sino la forma última de hacer la poesía, el último acto del poema, la función de trasplantar la vida a la hoja. La poesía empieza en todas partes y termina siempre en los papeles. La suerte está echada Se acabaron los poemitas lacrimógenos las noches de insomnio los dos paquetes de cigarrillos al día la falta de apetito el mal humor las miradas perdidas en el aire detrás de moscas invisibles o musarañas. Se acabaron los dibujitos abstractos en el mantel con la punta del cuchillo la palidez los polvorientos sonetos con estambre al estilo de Navarro las miradas ansiosas al teléfono el mudo interrogatorio al cartero A partir de hoy todo va a cambiar ¿Te fuiste con tus lindos ojos azules? Mala suerte Que te vaya bien (y l

Peruanos corajudos. Diario de un médico cubano en Perú IX.

Por Mario Héctor Almeida Alfonso Las carpas están en la explanada contigua a la entrada principal, dispuestas de tal forma que se logra, desde la estación de enfermería y triage , tener una panorámica de todo el sitio.  La montaña que suponen los botellones de oxígeno adorna el espacio central –no cubierto–, donde el personal de apoyo se encarga de moverlos continuamente hacia cada paciente que los requiera. En estas circunstancias resulta la mayoría. El oxígeno forma parte vital del tratamiento y supervivencia de estos enfermos. Los licenciados y licenciadas en enfermería, así como el resto del personal de turno, parecen peones blancos (color de los trajes) en un juego de ajedrez, entrando a cada sitio correspondiente para cumplir sus funciones.  Muy cercano en el fondo, después de la cinta Amarilla que limita la zona roja, yace la capilla del recinto. No tiene grandes adornos, solamente una mesa sobre la cual reposa un mantel blanco –pulcro– y la imagen de Cristo crucificado que ador

Elegía para no despertar

Asoma el día, Y aún la aurora no ha despertado, Ella está tranquila en su cama de laurel, ¡Yo lo sé! Y me fastidia llenarme de su paz, Cuando mis brazos no alcanzan, Para abrazarla como yo quisiera, Antes que las latitudes se alejen, Sordas hacia una dimensión de intropías, Que mutila la mitad de los sueños, Que aún no han dormido. Y voy trepando por los tejados, Mientras está caliente mi taza de café, Se impone la razón, Y yo que no quiero regresar de mis fantasías, De la resignación, Que besa tú rastro, Con el mar como testigo, Hasta que vuelva el día, Solo el viento sabe, Que te he perdido, ¿Por donde andarás ahora? Quizás todavía recojes flores, Entre las mariposas de mis rimas, Con miedo a acercarse al barranco y la caída, Y la rabia que no se atreve a acusarte de traicción. Quiero vestirme del valor de los cobardes, Aunque sea tarde y no volverás, El tiempo se evapora entre estas estrechas ventanas, Cuando la fuerza se quiebre, ¿Qué hago entonces? Mátame estas ganas que tengo, De

Nenúnfares y despedidas

Poema para la despedida Ah, que tú te esfumes, En la rutina de los cinceles, Que mancillan una estatua a mi sombra, En el mármol de los dioses. Ah, que tú bebas la ambrosía y los elixires, Untados en aceite los manjares, Del banquete del Olimpo. Ah, que tú escapes a mi templo, Donde la guía de mi credo y mi fe, Es un beso en la herida, Haciendo pasión. Ah, que tu recuerdo me acompañe, Más allá de la bendición de la primera muerte, Nítida como el contorno de unos labios, Aproximandosé en la penumbra, Y podré decir entonces: Que he vivido, Entre miedos y rencores, Hablando la lengua extraña de los adioses. Los nenúfares Por el cauce del río lodoso, Avanzan los nenúfares silentes: Entre el olor de los cerezos, Y el frío precoz de las primeras nieves; Encerrada en las entrañas de la tierra. Una geisha pálida lo acurruca, Contra su frágil seno. Llega en su rescate el amanecer y el sol naciente, Cuando una puerta no conduce a todos los caminos, Se prepara a asumir las consecuencias. No hay m

Los monstruos sí existen

Por Haroldo Miguel Luis Castro Atreverse a desenmascarar los duendes que hacen de Erling Haaland un tipo ridículamente especial cuando se junta con un balón implica, de manera irremediable, aceptar el ocaso de una generación maravillosa. Casi sin darnos cuenta, un nuevo fútbol se nos ha venido encima para confirmar las sospechas sobre la existencia de vida más allá de la ampulosidad implícita en la circulación desmedida del esférico. En el mundo de las prisas, los Mbappé , Joao Félix , Valverde , Sancho y otros tantos imberbes desfachatados han recurrido a las esencias para demostrar lo bello de la soberbia y la austeridad. Sin embargo, Haaland, por más que se empeñe en embriagar paladares a golpe de goles y desparpajos, todavía se le hace difícil arrancar del todo los fetiches de antaño. Quizás porque sus coordenadas dentro de una cancha resultan tan arcaicas como el juego mismo o porque, para ser justos, de lo acontecido también hay mucho por aprender, el balompié de

Tres pequeñas delicias de Eliseo Diego

Fracaso El piano al mediodía, solo, de álamo en álamo la música, de resol en penumbra, no se levanta, no remonta, se cae del ala, pía, la música, vuelve otra vez, anhela, sube, sube, de pronto la dicha cruza en una ráfaga, tropieza con la luz, no puede, tiembla, quisiera ser, la música. Él viejo payaso a su hijo (4) Pero mañana, cuando las viejas barran a conciencia el poco de hoy que queda en las colillas por todo el ancho espacio desolado donde no hay nadie nunca: ¿importará el trueno de la gloria o el silencio del papel arrugado en una esquina bajo el polvo de ayer? Nadie lo sabe. Y sin embargo, es necesario hacerlo bien. Testamento Habiendo llegado al tiempo en que la penumbra ya no me consuela más y me apocan los presagios pequeños; habiendo llegado a este tiempo; y como las heces del café abren de pronto ahora para mí sus redondas bocas amargas; habiendo llegado a este tiempo; y perdida ya toda esperanza de algún merecido ascenso, de ver el mar sereno de la sombra; y no poseyendo