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Mostrando las entradas etiquetadas como José Manuel Lapeira

El cantar de las espadas

  La espada aguarda en su funda A cada lado una de las lenguas candentes del acero Cargada y lista Como quien no quiere la cosa Prepara la última estocada Ahogada por el doble filo de la rabia Para perforar a la rosa agonizante Que ante la visión del peligro se deshoja Y desenfunda la vaina escondida entre sus pétalos. ¿Quién saldrá a su encuentro? De tragedias contenidas en la pena Deseosas de hacer el cuento De como se salvaron en el último segundo Mutilando tras de sí el porvenir dudoso Que dibujaban con letras de destino Mis pasos errantes en la arena Del desierto traicionado Presuroso de lucir nuevos estandartes Chocarán muchas veces las espadas, Y las chispas que salten Alumbrarán sin proponérselo La mañana sombría donde fallaste a tu palabra Y todavía me faltas alrededor de la cicatriz Donde el puñal atravesó como esquirlas en el pecho Para dejar en su recuerdo una herida reacia a sanar Hasta que te desangres E inicie la próxima batalla En la que ya no estaré. (José Manuel Lap

Añoranzas de Ítaca

"Camarada vida, Vamos A caminar más rápido" Maiakoski Cada viaje -o premonición de lo infinito- Son los cantares épicos que nos juega la memoria Enfrascada en odiseas cotidianas. Tú y yo nos parecemos Islas rodeadas de mar o magma -depende de quién mire- Con las mámparas cerradas a las rachas y a las fisuras Las bisagras oxidadas a punto de ceder Para abrir paso a un gusto inconfesable por lo grotesco. Y está ahí el enemigo, Al acecho de la paranoia de las puertas y las plazas, En las letras desaliñadas de una pancarta descolorida, O en el rojo transmutable de la propaganda comunista Asfixiandose en su propia sangre, -O mejor aún- En un espía infiltrado bajo el buró de algún buen camarada del partido. ¿Y dónde están los amigos? -Se preguntarán algunos- Los amigos reposan las penas  Como quien descansa el almuerzo Sobre muebles de mimbre y estambre. De paso por la avenida, La ciudad es un laberinto de columnas y oraciones, Complementadas por averías ocasionales del espacio-tie

¿Cómo arderemos ahora?

Cómo arderemos ahora, Que no hay grandes montañas de paja Propensas a ser quemadas Por los guardianes ociosos de la llama. Ni hay tampoco cenizas de fénix Para reparar los empeños que no llegan ya A los tobillos sangrantes y descarnados. Cómo arderemos ahora, Que los consejeros del rey Se empeñan en torturar a todos aquellos que no crean En la voluntad celeste de sus causas Por esas insinuaciones del destino Que aún no estaba escrito En las tablillas de barro de los sabios eruditos y eunucos, De la vieja Sumeria. Cómo arderemos ahora, Que sufrimos de un hambre voraz Cuánto tiempo lleva escondiéndose el hambre De los puñales que perforan las lenguas desprevenidas ¿Siglos? Quizás, Tal vez un tiempo mayor Que esos "breves instantes en que no estás", Multiplicándose indefinidamente en el limbo. ¿Cómo arderemos ahora? Con estas heridas de veteranos de guerra, Dentro del cargamento de necios y otros nacidos para la batalla, Que regresa en la galera desde Creta, Fue tanta la euforia

Sin miedo a las alturas

Óleo: Jeremy Mann A Yanara Si bien no me sofocan las alturas Confieso que me intimida Cuando te descubro en tu afán de sembrar maravillas Recogiendo el polvo cósmico Que nos ha dejado a su paso una estrella viajera. Y yo me quedo aquí en esta orilla, Desafiando cualquier espera, Con tal de encontrarme más allá del ocaso de mis noches Con el milagro limpio de tus labios. Déjame tallar en el panteón de tus recuerdos El precio de estos latidos efímeros Antecedidos por la fuerza telúrica de la sangre Que bombeas a mis venas Derramando el preludio de mil historias Que solo el viento conoce de memoria Y el rumor del rocío de la mañana En donde llega en misa y procesión Un suspiro hasta tu ventana. Líbreme el corazón ajeno De la burocracia de los sentimientos O de redundar en la resaca de otros amores Mucho menos pasionales Hasta que el mundo donde habito, Detenido a la espera de verte llegar, (Como un claro en el pantano de mis dudas) Pueda por fin reanudar. ¡Vamos! Subiendo a cuestas En la

Las puertas

“Cuando tus negras puertas se abren pausadas, graves” Arthur Rimbaud Óleo: Emilia Pablo Esteban Descansa aquí a la intemperie, Un portal a otro mundo, Invitando a decir cuando los miedos, Se acobardan por temor a las alarmas, Que proclaman la dulce paranoia, De las noches sin desvelos caducos. La puerta es un atajo de asuntos correlacionares, La retórica permanecerá intacta, Durante las incursiones profanas al léxico, De las misivas intrascendentes. La retórica nos salva del presente No somos más que una parte de la nada, Intentando ser un todo, Para no sentirnos aplastados, En medio de la nada, Un náufrago más en el mar. Flotan sobre mis párpados las visiones, De partículas incorpóreas, Cuando decido si dar un paso más, Hacia la dirección provocativa, Un ente irónico se apodera de mi cuerpo, Y las sonoridades que brotan de tu boca, Hacen vibrar mi alma como las bisagras de un pecado. (Texto: José Manuel Lapeira Casas)

Escena del crimen

 ***No hay evidencias ni certezas del crimen / Mas bien, la veracidad de los hechos / Se pierde en una montaña de documentos archivados / Y sin embargo aquí estamos / Analizando las causas menos probables / De arrebatos de locura y miseria. ***  Imagen: Scena Criminis Por José Manuel Lapeira Casas Levitan en el limbo de las lamentaciones Para quien las quiera reclamar para sí Partículas de polvo suspendidas en el espacio A modo de presagios mal intencionados Comparecen en audiencia ante Los descuidos ocasionales del tiempo Que ha detenido las manecillas del reloj Y los haces de luz que se encuentran con la negativa de los vitrales Hasta llenar la sala Con la oscuridad ambigua del alma Partida y enterrada A tres metros por debajo de su propia fe. No hay evidencias ni certezas del crimen Mas bien, la veracidad de los hechos Se pierde en una montaña de documentos archivados Y sin embargo aquí estamos Analizando las causas menos probables De arrebatos de locura y miseria. Todas las alfom