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Mostrando las entradas etiquetadas como Literatura

Noche II sin ti

Sobre las 12 de la noche recogí la tendedera o, mejor dicho, casi toda; esa ropa reciclada que compraste y acabarás por no ponerte nunca, que trajiste tan solo para alimentar el reguero y que hay que lavar siempre porque las moscas vuelan o porque la salamandra se rascó la nariz… esas carcasas con eterno olor a escaparate tienen especial talento para quedarse húmedas. Y nada, dormirán fuera esta noche también y la de mañana y la otra… hasta que se sequen sus putos cuellos o, mejor, hasta que me acuerde. Debe ser que estoy sensible porque el calzoncillo que te dije sigue sin aparecer. Aprovechando que no estás, agarré tu guitarra. No te gusta, dices que la desafino, que sientes muchas cosas por ella y que te devuelve a los tiempos de la calle G, cuando la llevabas para hacerte la bohemia delante de los imbéciles de turno. Eso es lo bueno de que no estés: puedo tomar tu guitarra cada vez que me dé la gana. La necesito para hacerme el fresa conmigo mismo. Enfurécete, no me importa

Escena del crimen

 ***No hay evidencias ni certezas del crimen / Mas bien, la veracidad de los hechos / Se pierde en una montaña de documentos archivados / Y sin embargo aquí estamos / Analizando las causas menos probables / De arrebatos de locura y miseria. ***  Imagen: Scena Criminis Por José Manuel Lapeira Casas Levitan en el limbo de las lamentaciones Para quien las quiera reclamar para sí Partículas de polvo suspendidas en el espacio A modo de presagios mal intencionados Comparecen en audiencia ante Los descuidos ocasionales del tiempo Que ha detenido las manecillas del reloj Y los haces de luz que se encuentran con la negativa de los vitrales Hasta llenar la sala Con la oscuridad ambigua del alma Partida y enterrada A tres metros por debajo de su propia fe. No hay evidencias ni certezas del crimen Mas bien, la veracidad de los hechos Se pierde en una montaña de documentos archivados Y sin embargo aquí estamos Analizando las causas menos probables De arrebatos de locura y miseria. Todas las alfom

Nanas de la cebolla

 ***Vuela niño en la doble/  luna del pecho:/  él, triste de cebolla,/  tú satisfecho./  No te derrumbes./  No sepas lo que pasa/  ni lo que ocurre.***  Óleo: Hector Wistuba La cebolla es escarcha  cerrada y pobre.  Escarcha de tus días  y de mis noches.  Hambre y cebolla,  hielo negro y escarcha  grande y redonda.  En la cuna del hambre  mi niño estaba.  Con sangre de cebolla  se amamantaba.  Pero tu sangre,  escarchada de azúcar  cebolla y hambre.  Una mujer morena  resuelta en lunas  se derrama hilo a hilo  sobre la cuna.  Ríete niño  que te traigo la luna  cuando es preciso.  Tu risa me hace libre,  me pone alas.  Soledades me quita,  cárcel me arranca.  Boca que vuela,  corazón que en tus labios  relampaguea.  Es tu risa la espada  más victoriosa,  vencedor de las flores  y las alondras.  Rival del sol.  Porvenir de mis huesos  y de mi amor.  Desperté de ser niño:  nunca despiertes.  Triste llevo la boca:  ríete siempre.  Siempre en la cuna  defendiendo la risa  pluma por pluma.

No, no siempre fui tan feo

Lo que pasa es que tengo una fractura en la nariz que me causó el tico Lizano con un ladrillo porque yo decía que evidentemente era penalti y él que no y que no y que no nunca en mi vida le volveré a dar la espalda a un futbolista tico el padre de Achaerandio por poco se muere del susto ya que al final había más sangre que en su altar azteca y luego fue Quique Soler que me dio en el ojo derecho la pedrada más exacta que cabe imaginarse claro que se trataba de reproducir la toma de Okinawa pero a mí me tocó ruptura de la retina un mes de inmovilización absoluta (¡a los once años!) visita al doctor Quevedo en Guatemala y al doctor Bidford que usaba una peluca colorada por eso es que en ocasiones bizqueo  y que al salir del cine parezco un drogadicto desvelado la otra razón fue un botellazo de ron que me lanzó el marido de María Elena en realidad yo no tenía ninguna mala intensión pero cada marido es un mundo y si pensamos que él creía que yo era un diplomático argentino hay que dar gra

Cuando yo era poeta

Por: Mario Ernesto Almeida Bacallao Cuando yo era poeta Decía tú y yo  Como si fuésemos tú y yo lo grande, lo perfecto, Como si tú la Helena de todas las Troyas por venir, Como si yo un simple Héctor… Muriendo por la honra del ajeno. Por guion, jamás compartiríamos lecho, Pero más allá del drama histórico predestinado… ¿Quién sabe? A fin de cuentas, Estábamos en la misma escena: Tú eras linda y yo, entre los buenos, el mejor. Pero esos tiempos se fueron Y la poesía comenzó a valerme verga; Ni tú tan bella ni yo estoico, Al carajo las rimas perfectas Y la metría cuidadosa  Que por siglos embelesó al guion. Esta vez solo llegué asustadizo  Como el más sato de los perros, Te dije “todavía me gustas” Y tú pensaste: “¡yo quería un poeta!”. Pero los tiempos eran cada vez más duros  Y creíste que esto que tenías en frente  Era todo lo que había. Entonces, me besaste por primera vez.

Crónica de aquel invierno

Lo único que pensé fue en salir a las 10:30 de la noche para la terminal, con las mismas ropas que llevaba encima en aquella redacción, con la mochila vacía, sin libros, sin abrigos… con nada. Allí, el silencio de funeraria aparece como background del chirrido de bancadas corridas, de los altavoces que anuncian rutas que llegan pero no parten y hasta del carraspeo escandaloso que antecede al esputo. Qué semana aquella de comienzos del decenio… cuando la terminal capitalina guardó mis madrugadas prácticamente una tras otra. Cuando Matanzas estaba a punto de quedar campeón y me recibía con los primeros rayos aclarando sus puentes. Cuando mi padre dijo «no vengas, porque en el trabajo pensarán que hiciste el viaje para meterte al estadio». Desembarcaba en la calle Contreras y me inoculaba en un tumulto de chiquillos de pre, que gritaban las mismas pesadeces y vestían las mismas ropas que yo, cinco, seis y siete años atrás. «Ese feo de camisa apretada se parece a lo que fui», me murmuraba

Se me ha perdido un hombre

Carilda Oliver Labra Se me ha perdido un hombre.   Y lo busco por cifras y guitarras, por rostros y entrepisos, en el cielo, en la tierra, dentro de mí.   Se me ha perdido un hombre.   Y me he quedado temblando como quien no come sino polvo, como quien ya extravió la sombra.   Pero no, que no, que no me ayudan a buscarlo. ¿A quién le importa si su mirada ha derrotado al tiempo? ¿A quién le importa aquella piel con ganas de la luz? ¿A quién le importan unos labios transparentes que no tuvieron hambre, unas piernas que sólo corrían al amor?   Se me ha perdido un hombre.   Y todos ríen, se entretienen, sudan, mastican, se desenvainan por las noches; despreciativos, inefables, maromeros, unánimes, como si sólo se hubiese caído un alfiler o la hoja más seca del árbol del bien y del mal, como si la muerte no hubiera entrado a destiempo en nuestra casa.   Y yo pensando que era demasiado joven, que reunía láminas y piedras, pedacitos de mundo, hierros, cosas del mar. Yo pensando en la grandeza

A 35 años de su vida, tres poemas, Wichy

Imagen: El ciervo herido Arte poética Ahora sé que el poema, antes de ser las líneas trazadas con prisa, es la conversación en el café, la sonrisa azul de Blanca Luz, la muerte de este hombre, el apretón de manos o la vida entre dos. Ahora sé que trazar estas líneas no es sino la forma última de hacer la poesía, el último acto del poema, la función de trasplantar la vida a la hoja. La poesía empieza en todas partes y termina siempre en los papeles. La suerte está echada Se acabaron los poemitas lacrimógenos las noches de insomnio los dos paquetes de cigarrillos al día la falta de apetito el mal humor las miradas perdidas en el aire detrás de moscas invisibles o musarañas. Se acabaron los dibujitos abstractos en el mantel con la punta del cuchillo la palidez los polvorientos sonetos con estambre al estilo de Navarro las miradas ansiosas al teléfono el mudo interrogatorio al cartero A partir de hoy todo va a cambiar ¿Te fuiste con tus lindos ojos azules? Mala suerte Que te vaya bien (y l

Elegía para no despertar

Asoma el día, Y aún la aurora no ha despertado, Ella está tranquila en su cama de laurel, ¡Yo lo sé! Y me fastidia llenarme de su paz, Cuando mis brazos no alcanzan, Para abrazarla como yo quisiera, Antes que las latitudes se alejen, Sordas hacia una dimensión de intropías, Que mutila la mitad de los sueños, Que aún no han dormido. Y voy trepando por los tejados, Mientras está caliente mi taza de café, Se impone la razón, Y yo que no quiero regresar de mis fantasías, De la resignación, Que besa tú rastro, Con el mar como testigo, Hasta que vuelva el día, Solo el viento sabe, Que te he perdido, ¿Por donde andarás ahora? Quizás todavía recojes flores, Entre las mariposas de mis rimas, Con miedo a acercarse al barranco y la caída, Y la rabia que no se atreve a acusarte de traicción. Quiero vestirme del valor de los cobardes, Aunque sea tarde y no volverás, El tiempo se evapora entre estas estrechas ventanas, Cuando la fuerza se quiebre, ¿Qué hago entonces? Mátame estas ganas que tengo, De

Nenúnfares y despedidas

Poema para la despedida Ah, que tú te esfumes, En la rutina de los cinceles, Que mancillan una estatua a mi sombra, En el mármol de los dioses. Ah, que tú bebas la ambrosía y los elixires, Untados en aceite los manjares, Del banquete del Olimpo. Ah, que tú escapes a mi templo, Donde la guía de mi credo y mi fe, Es un beso en la herida, Haciendo pasión. Ah, que tu recuerdo me acompañe, Más allá de la bendición de la primera muerte, Nítida como el contorno de unos labios, Aproximandosé en la penumbra, Y podré decir entonces: Que he vivido, Entre miedos y rencores, Hablando la lengua extraña de los adioses. Los nenúfares Por el cauce del río lodoso, Avanzan los nenúfares silentes: Entre el olor de los cerezos, Y el frío precoz de las primeras nieves; Encerrada en las entrañas de la tierra. Una geisha pálida lo acurruca, Contra su frágil seno. Llega en su rescate el amanecer y el sol naciente, Cuando una puerta no conduce a todos los caminos, Se prepara a asumir las consecuencias. No hay m

Tres pequeñas delicias de Eliseo Diego

Fracaso El piano al mediodía, solo, de álamo en álamo la música, de resol en penumbra, no se levanta, no remonta, se cae del ala, pía, la música, vuelve otra vez, anhela, sube, sube, de pronto la dicha cruza en una ráfaga, tropieza con la luz, no puede, tiembla, quisiera ser, la música. Él viejo payaso a su hijo (4) Pero mañana, cuando las viejas barran a conciencia el poco de hoy que queda en las colillas por todo el ancho espacio desolado donde no hay nadie nunca: ¿importará el trueno de la gloria o el silencio del papel arrugado en una esquina bajo el polvo de ayer? Nadie lo sabe. Y sin embargo, es necesario hacerlo bien. Testamento Habiendo llegado al tiempo en que la penumbra ya no me consuela más y me apocan los presagios pequeños; habiendo llegado a este tiempo; y como las heces del café abren de pronto ahora para mí sus redondas bocas amargas; habiendo llegado a este tiempo; y perdida ya toda esperanza de algún merecido ascenso, de ver el mar sereno de la sombra; y no poseyendo

He aquí que tú estás sola...

He aquí tu estás sola y que estoy solo. Haces tus cosas diariamente y piensas y yo pienso y recuerdo y estoy solo. A la misma hora nos recordamos algo y nos sufrimos. Como una droga mía y tuya somos, y una locura celular nos recorre y una sangre rebelde y sin cansancio. Se me va a hacer llagas este cuerpo solo, se me caerá la carne trozo a trozo. Esto es lejía y muerte. El corrosivo estar, el malestar muriendo es nuestra muerte. Ya no sé dónde estás. Yo ya he olvidado quién eres, dónde estás, cómo te llamas. Yo soy sólo una parte, sólo un brazo, una mitad apenas, sólo un brazo. Te recuerdo en mi boca y en mis manos. Con mi lengua y mis ojos y mis manos te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne, a siembra, a flor, hueles a amor, a ti, hueles a sal, sabes a sal, amor y a mí.  En mis labios te sé, te reconozco, y giras y eres y miras incansable y toda tú me suenas dentro del corazón como mi sangre. Te digo que estoy solo y que me faltas. Nos faltamos, amor, y nos morimos y nada haremos y

Bestiario I

Fosa común El 20 de noviembre de 2014, un perro murió atropellado. El propio golpe lo sacó de la carretera y lo catapultó al césped, cuyo verdor resultó lo último que captara su condenada vista, justo antes de que quedase perpleja y congelada hasta el día en que los gusanos terminaran con su cometido. Nadie volvió a tocar al perro. El animal permaneció a menos de un metro del trillo por el que cientos y cientos de personas iban y venían diariamente. Nadie, ni siquiera las urracas se detuvieron en el maldito cadáver que comenzó a adelgazar, a perder pelos, a quedar en huesos y una melcocha negruzca, a ser solo hueso y luego nada: un puñado de tierra grasosa entre el abundante pasto, como si un enorme paquidermo hubiese insistido en dejar su huella. La hierba volvió a asumir su lugar y, a los meses, nadie pudo decir con exactitud bajo qué palmo yacían los restos que el suelo se fue tragando. Años más tarde, pocos recordaban la desagradable imagen del cuerpo abandonado y, un quinquenio

Lil Milagro Ramírez... del verso a las balas

Imagen de Abriendo Brecha Mi nombre aquel Mi nombre aquel no lo pronuncies ni siquiera en vos baja espera ya volveré a ser yo cuando la muerte o cuando el triunfo.     Despertar Yo era mansa y pacífica Era una flor, Pero la mansedumbre no es un muro Que cubre la miseria. Y vi las injusticias Y ante los ojos asombrados, Estallaron las huelgas y las rebeldías Del hombre proletario. Y en vez de absurdas lástimas, De hipocresías compasivas, Brotó mi indignación Y me sentí fraternalmente unida a mis hermanos, Y toda huelga me dolía, Y cada grito me golpeaba No solo en la cabeza o los oídos Sino en el corazón. Cayó mi blanca mansedumbre, Muerta a los pies del hambre, Me desnudé llorando de sus velas Y un Nuevo traje me ciñe las carnes. Primavera de lucha son ahora mis brazos, Mi enrojecida sangre es de protesta, Mi cuerpo es verde olivo Y un incendiario fuego me consume Y sin embargo, sigo siendo como antes, amante de la paz, quiero luchar por ella desesperadamente, porque desde el principio