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Otra vez cuelgan los guantes
Con tus huesos extraviados.
Ay, Pablo, lo dice un cable
Que me deja desplomado.
Fueron las huestes fascistas:
Tu cuerpo desenterraron,
Con profana alevosía
A la fosa lo lanzaron.
Fosa común, se comenta,
No les atormenta, Pablo,
Que tus huesos no se encuentren
Porque recuerdan tu bando:
Tu bando Rojo les arde
Cual sangre hirviente en las manos.
Es por eso que hoy estás,
tristemente sospechamos,
En la fosa más común
Y escondida que cavaron.
Es que casi los escucho:
«¡Que no se encuentre al cubano!
Que nadie encuentre los huesos
Extranjeros que retaron
Con pluma, sangre y fusil
A Hitler, Mussolini y Franco».
Ay, Pablo, se confundieron,
Con esa táctica erraron,
Nos escondieron tus cuerpo
Pero tu voz no enterraron.
En fosa común tus huesos,
Tu espíritu en nuestras manos.
Con cierto recelo miro
A aquellos que te alabaron,
Que estuvieron por España,
Que allí estando, señalaron:
«Un cubano lucha aquí»,
Pero después se largaron.
Tú no pudiste largarte,
Tus glándulas te frenaron,
Y en efecto te quedaste,
Te batiste y te quebraron.
También a mi estirpe acuso
Sobre el horrendo pasado:
Mis bisabuelos partieron
Por las bombas espantados.
Llegaste a España a morir,
Por vivir, ellos zarparon,
Pero mira, tú, ¡qué cosa!
Fue en Cuba donde atracaron.
Los bisnietos de los pobres,
De los tristes emigrados,
Tras más de ochenta almanaques
Somos los que te buscamos.
Tu nombre poco se escucha
–Es lo que me dicen, Pablo–
En las tierras que tus huesos
Se terminaron tragando.
Ay, Pablo, tu nombre tiene,
Aunque no lo sepan tantos,
Una vibra dulce y fuerte
Que nos acaba agarrando
Y nos hace perseguir
Tus huellas por sitios tantos:
Huella es la tinta que puso
Color y forma a tu encanto
De narrar lo que veías,
Ya fuere lumbre o espanto
O en el espanto la lumbre
Como lo bello en el llanto.
Pero huella también es
El deteriorado calcio
De tu estampa que, perdida,
Llama desde algún remanso.
Si España olvidó tu nombre,
Si prefirieron borrarlo,
En Cuba duele tu herida,
Ay, Cuba te está buscando.
Si nos quitaron tu vida,
Tus huesos nos deben, Pablo.
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