Cómo arderemos ahora,
Que no hay grandes montañas de paja
Propensas a ser quemadas
Por los guardianes ociosos de la llama.
Ni hay tampoco cenizas de fénix
Para reparar los empeños que no llegan ya
A los tobillos sangrantes y descarnados.
Cómo arderemos ahora,
Que los consejeros del rey
Se empeñan en torturar a todos aquellos que no crean
En la voluntad celeste de sus causas
Por esas insinuaciones del destino
Que aún no estaba escrito
En las tablillas de barro de los sabios eruditos y eunucos,
De la vieja Sumeria.
Cómo arderemos ahora,
Que sufrimos de un hambre voraz
Cuánto tiempo lleva escondiéndose el hambre
De los puñales que perforan las lenguas desprevenidas
¿Siglos? Quizás,
Tal vez un tiempo mayor
Que esos "breves instantes en que no estás",
Multiplicándose indefinidamente en el limbo.
¿Cómo arderemos ahora?
Con estas heridas de veteranos de guerra,
Dentro del cargamento de necios y otros nacidos para la batalla,
Que regresa en la galera desde Creta,
Fue tanta la euforia por la victoria que se olvidaron
De arriar las velas negras.
O caeremos entonces en la gravitación inevitable de los desencuentros,
Que han erigido en lo más alto de la Torre de Babel
Un templo a la memoria benevolente de los esbirros.
¿Cómo arderemos ahora?
Si entre el arpa y el oro,
Estallan los incendios temerosos
Ahogados por el grito seco
De miles de sequías acumuladas,
Que dan ganas de verlas llorar
Con sus lágrimas revestidas en sangre y fuego,
Persiguiendo la estela
De una lógica impotente,
Dictamina la obligación
De arder hoy para apagarse mañana.
José Manuel Lapeira Casas
Foto: Pxfuel
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