Ir al contenido principal

Provincianismo, viaje y capital


Para vivir la experiencia de la capital -de la “urbe capitalina”, como la llaman los cronistas de la época- el cubano “del interior” debe pasar primero por la experiencia del viaje, que como ustedes saben es uno de los grandes temas de la literatura desde los tiempos de la Odisea. Por favor, no vayan a preguntarme lo que significa ese interior porque tampoco sabría qué responder; aquí uno puede nacer y vivir toda la vida en un pueblo costero y no obstante ser “del interior”, es decir, de “tierra adentro”.

Pero volviendo al tema, entre nosotros ha existido siempre la doble necesidad del viaje, el de la colonia a la metrópoli y el de la provincia a la capital, el tránsito del mundo rural al urbano, entendido como un tránsito de la barbarie a la civilización.

Por cierto, a fines del siglo XIX los autonomistas cubanos solían ir en peregrinación a Madrid buscando el apoyo de sus cofrades españoles, y como para eso tenían que “cruzar el charco”, los separatistas los llamaban sarcásticamente “cubanos pasados por agua”. 

Bueno, a los provincianos que veníamos a La Habana podían habernos llamado “guajiros pasados por agua”, porque ya no veníamos por tren, desde que se inaugurara el servicio de ómnibus inter-provinciales, las famosas líneas de La Cubana y Santiago-Habana, que con el correr de los años llegarían a tener aire acondicionado.

Para los provincianos, ese viaje era como el bautismo de la modernidad; al llegar aquí todos corrimos a retratarnos frente al Capitolio, para dejar constancia de que ya estábamos bautizados. 

El hechizo, con sus variantes, sobrevivió a todas las catástrofes. Recuerdo que a mediados de los años 60, Samuel Feijóo -provinciano ilustre- decía no sin cierta amargura que en Cuba seguía existiendo el capitalismo con un simple cambio de género; ahora el cambio no aludía al predominio del capital, sino de la capital.


*******

Ambrosio Fornet. Fragmento del conversatorio “Haciendo memoria: La Habana que va conmigo”, que aconteció el 13 de noviembre de 1998 y fue recogido en el libro Memorias insulares, de Ediciones Extramuros. 

Transcrito a las 5 de la tarde del domingo 13 de diciembre de 2020

Foto: Mario Ernesto Almeida Bacallao

Comentarios

Entradas populares de este blog

Canción del amigo

  Poco te recuerdo: Sin embargo, ahora, quiero elevar un canto enorme de palomas y cantar a tu regreso, que presiento durará un tiempo. Dos años ya es mucho, mucho tarda tu retorno. ______ Poema de Javier Heraud                                                                                                    A Degenhart Briegleb,                                                                                                   dégale para algunos   1 Caminamos mucho tiempo juntos, juntos llegábamos al colegio, juntos dejábamos la bicicleta, peleábamos juntos, hablábamos, jugábamos, reíamos juntos como siempre y como ahora.   2  Es imposible  situarte  exactamente.  No  recuerdo el  preciso momento  en que nos  vimos,  seguramente  fue en las  aguas mutuas de  la infancia. (Un banco, una pequeña carpeta, no sé). Pero mucho tiempo hemos andado juntos: años que parecen otoños fríos, días como rayos, fuegos como imágenes.   3 Pero ya no me acuerdo de ti. Es claro todos pueden decirme, qu

Soneto para un gato público

Por Mario Ernesto Almeida Bacallao __________ Tengo un gato, qué alarde, un gato tengo que se filtra como agua entre tejados... gato diurno, nocturno y descarado que usurpa mi comida y no retengo. Enamorándome del gato vengo, gato que en mi puerta al mediodía maulla, que da poco cariño y mucha bulla; así es el gato que en verdad no tengo. Y es que ¿quién soy para decir que un gato que a mis caricias solo cede a ratos es propiedad de mi persona insulsa? Sé que en el barrio nadie "tiene" al gato, aunque suele volverse un garabato, entre los pies de todo el que lo endulza.