Ir al contenido principal

El Doctor Fidalgo


Por Lázara Bacallao González

Llegaba yo al Instiruto de Neurología: mujer de 32 años, casada,con dos hijos, médico. Asustadiza de escuchar partes del cerebro que, juro, no retuve en la carrera.

Me recibía entonces un singular profesor, que me escudriñaba de los pies a la cabeza. Su pregunta inicial fue si conocía el concepto de crisis epiléptica, a lo que muy segura le respondi que sí, para luego lanzarle el concepto de Epilepsia. 

Esbozó una pícara sonrisa bañada en humo de cigarro. Preguntó que dónde había estudiado el concepto y, otra vez, saltó la guajira matancera, más atrevida que instruida en temas neurológicos: "¡Por el MGI, profe!". Me recomendó que en la noche revisara nuevamente el capítulo correspondiente de ese mism libro.

Sorpresa, asombro, verguenza... Era aquel extraño profesor el autor del capítulo que pocas veces o solo con el apuro de irme para el Instituto había leído.

Hoy sé que no leerá este escrito. Todos sabemos que no pasó de apretar las teclas de una grabadora y que se negó a transitar por la era digital.

Lo llamaré, siempre lo hago, conversaremos un rato de mis hijos, de mi esposo, de la neurología matancera. Con orgullo y risas escuchará mis anécdotas, nos pondremos al tanto de las nuevas terapias antiepilépticas y como siempre, siempre, me dará las gracias por llamarlo, sin sospechar que soy yo la agradecida de haber iniciado mi residencia con él: locamente fumador y embriagado de tristezas, dador de todo lo que sabía para que cada paciente nuestro lleve su huella y control definitivo.

Imagen: PsicoActiva

Encuéntrenos en Telegram

Comentarios

  1. Comparto la misma sensación. Un profesor que con su singularidad marcó la diferencia impregnandonos sin conocer su alcance de su amor por la Epilepsia. Agradecida de la experiencia

    ResponderEliminar
  2. holaa!!! como puedo comunicarme con el doctor Fidalgo. Fue mi doctor desde los 9 años y añoro verlo. No estoy en cuba, pero en el primer viaje que haga lo visitare, oi los rumores que habia muerto. Que felicidad el saber que esta vivo aun. Por favor quien pueda ayudarme en contactar con el, no dude de escribirme a esta direccion de correo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Provincianismo, viaje y capital

Para vivir la experiencia de la capital -de la “urbe capitalina”, como la llaman los cronistas de la época- el cubano “del interior” debe pasar primero por la experiencia del viaje, que como ustedes saben es uno de los grandes temas de la literatura desde los tiempos de la Odisea. Por favor, no vayan a preguntarme lo que significa ese interior porque tampoco sabría qué responder; aquí uno puede nacer y vivir toda la vida en un pueblo costero y no obstante ser “del interior”, es decir, de “tierra adentro”. Pero volviendo al tema, entre nosotros ha existido siempre la doble necesidad del viaje, el de la colonia a la metrópoli y el de la provincia a la capital, el tránsito del mundo rural al urbano, entendido como un tránsito de la barbarie a la civilización. Por cierto, a fines del siglo XIX los autonomistas cubanos solían ir en peregrinación a Madrid buscando el apoyo de sus cofrades españoles, y como para eso tenían que “cruzar el charco”, los separatistas los llamaban sarcásticamen

Canción del amigo

  Poco te recuerdo: Sin embargo, ahora, quiero elevar un canto enorme de palomas y cantar a tu regreso, que presiento durará un tiempo. Dos años ya es mucho, mucho tarda tu retorno. ______ Poema de Javier Heraud                                                                                                    A Degenhart Briegleb,                                                                                                   dégale para algunos   1 Caminamos mucho tiempo juntos, juntos llegábamos al colegio, juntos dejábamos la bicicleta, peleábamos juntos, hablábamos, jugábamos, reíamos juntos como siempre y como ahora.   2  Es imposible  situarte  exactamente.  No  recuerdo el  preciso momento  en que nos  vimos,  seguramente  fue en las  aguas mutuas de  la infancia. (Un banco, una pequeña carpeta, no sé). Pero mucho tiempo hemos andado juntos: años que parecen otoños fríos, días como rayos, fuegos como imágenes.   3 Pero ya no me acuerdo de ti. Es claro todos pueden decirme, qu

Soneto para un gato público

Por Mario Ernesto Almeida Bacallao __________ Tengo un gato, qué alarde, un gato tengo que se filtra como agua entre tejados... gato diurno, nocturno y descarado que usurpa mi comida y no retengo. Enamorándome del gato vengo, gato que en mi puerta al mediodía maulla, que da poco cariño y mucha bulla; así es el gato que en verdad no tengo. Y es que ¿quién soy para decir que un gato que a mis caricias solo cede a ratos es propiedad de mi persona insulsa? Sé que en el barrio nadie "tiene" al gato, aunque suele volverse un garabato, entre los pies de todo el que lo endulza.