Óleo: Jeremy Mann |
A Yanara
Si bien no me sofocan las alturas
Confieso que me intimida
Cuando te descubro en tu afán de sembrar maravillas
Recogiendo el polvo cósmico
Que nos ha dejado a su paso una estrella viajera.
Y yo me quedo aquí en esta orilla,
Desafiando cualquier espera,
Con tal de encontrarme más allá del ocaso de mis noches
Con el milagro limpio de tus labios.
Déjame tallar en el panteón de tus recuerdos
El precio de estos latidos efímeros
Antecedidos por la fuerza telúrica de la sangre
Que bombeas a mis venas
Derramando el preludio de mil historias
Que solo el viento conoce de memoria
Y el rumor del rocío de la mañana
En donde llega en misa y procesión
Un suspiro hasta tu ventana.
Líbreme el corazón ajeno
De la burocracia de los sentimientos
O de redundar en la resaca de otros amores
Mucho menos pasionales
Hasta que el mundo donde habito,
Detenido a la espera de verte llegar,
(Como un claro en el pantano de mis dudas)
Pueda por fin reanudar.
¡Vamos!
Subiendo a cuestas
En la otra falda de la colina
Aguarda la verdad
Y cuando empinemos la cima
Puede que te ofrezca a cambio la paz.
¿Qué hacer
Con estas ganas de escribirte
Si cuando te pienso
Se me quedan cortas las palabras?
A riesgo de lo que pueda pasar
Comienzo a redactar esta misiva
Lista para cruzar continentes
Hasta llegar a tu boca
Y ahí pueda empezar la vida
Sin miedo a las alturas.
(José Manuel Lapeira Casas)
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