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Entradas

La perra, el trombón y la noche

Por Mario Ernesto Almeida  #CosasDeAmalia _____ El trombón suena tres veces al día: una hora después del almuerzo; luego, sobre las cinco o seis de la tarde; y a treinta minutos de haberse sucedido la comida. En el segundo margen de intentos, la perra estira las patas delanteras, dobla las de atrás y, hocico al cielo, busca afinar con los últimos agudos que emite, en cada ráfaga, el dichoso instrumento.  El trombón y los aullidos de la perra pueden sobrevenir, en realidad, a cualquier horario, pero solo coinciden en aquel donde la oscuridad comienza a asomar por la esquinas y en que las penumbras sedientas de luz, con sus fauces mojadas de leve rabia, insisten en acorralar al sol contra las lomas de allá, donde se ve el “borde” del mundo. Con tanta fiereza acorralan… que el sol –dicen que rey– continúa huyendo y por acá solo nos queda la noche y el trombón y la perra, con al menos un alarido parejo y coordinado entre los tres, después del cual, ya lo explicaba, se sigue ladr...

Adiós mi Matanzas bella

Por Lázara Bacallao González ________ Adiós mi Matanzas bella, hasta que te vuelva a ver, Guarda muy bien de los míos, Traigo mares a mi anden.  Refugia tú mis tristezas, baña de brisas mi piel. ¡Me voy con aires de buena, regreso al atardecer! Matanzas/ Vía Blanca. 1:21pm.10/3/2021

La condena y el hambre

***Cuento finalista en el XIII Concurso de Minicuentos "El Dinosaurio"*** Por Mario Ernesto Almeida Bacallao _____ Ensartó en su anzuelo una lombriz que había encontrado, media hora atrás, comiendo la tierra superficial que apenas pudo condimentar el rocío. “Días duros para todos”, había pensado Asmidia en su camino al mar. El lance avanzó buen tramo antes de hundirse y Asmidia sintió en sus dedos la vibración del plomo y del cordel cortando el agua, la misma vibración que atrajo al pez que venía “quemando cola” por el borde del canto del veril.  La marejada lo había obligado a guarecerse por días sin comer. Reconoció al anzuelo, a la lombriz. Pez viejo, sabiondo… pero pez hambriento. “Eres perfecto”, murmuró Asmidia. Buscó el carrete de pescar al vivo y atravesó el lomo del pez con el anzuelo más recio que encontró. “¡Anda! ¡Ve!”.  Cuando Oiram vio aquel peje inmenso nadando sin fuerzas en la caleta, se echó al agua. Llevaba cinco meses vagando por la costa. Desnudo como a...

Cae nieve en Sabanilla

 Por Mario Ernesto Almeida Bacallao ______________________ Yo crecí corriendo el monte fangoso de Sabanilla , trepando matas de cocos, pescando en alcantarillas, soñando con papalotes, inventando sus varillas entre majaes y ranas, chipojos y santanillas. Dijeron recientemente, con científica risilla: «Es imposible que neve» y reparé en Sabanilla. En noches de frialdades recuerdo mis pantorrillas arañadas por la zarza, o mis sangrantes rodillas caídas al pedraplén, llorosas por la gravilla. Mas, también vienen a cuento Insólitas maravillas: yo crecí viendo la nieve sin salir de Sabanilla. Cuando a todos hice el cuento en la escuela se reían, pero sé que me envidiaban porque de nieve sabía. «¿Qué sabe un niño cubano De nieves?», me repetían. «Lo sé todo, yo la he visto», ripostaba… y no mentía. Mis amigos de la escuela sólidas pruebas pedían mas, les dije que la nieve era como luz del día: había que salir pa’ verla y de atraparla… moría. Pobres quienes no creyeron, no saben de poes...

Incertidumbre de soldado

Soy soldado de una guerra sin saber ni el como ni el porqué, solo por haber nacido  donde nací. Cada día puede ser el último, cada día puede ser el primero.  He visto caer a los mejores guerreros y sobrevivir a los peores, he visto visto llorar a los más valientes y sonreír a los miedosos.  He visto quien no ha luchado nada y manda a todos, he visto quien muere luchando sin mandar a nadie.  Todos me dicen cómo luchar pero nadie me dice cómo ganar.  Ante mis ojos se desvanece la esperanza y surge mi instinto de supervivencia, nunca pensé llegar tan lejos, no quiero pensar que llegare hasta aquí. No sé por qué sigo luchando, no se si será mejor rendirse, no sé a quién escuchar ni por quién pelear.  Lo único que sé es que no quiero esta vida; quiero una vida... una vida digna de vivir. (José Orlando Cepero Gómez) Imagen: Pinterest

El cantar de las espadas

  La espada aguarda en su funda A cada lado una de las lenguas candentes del acero Cargada y lista Como quien no quiere la cosa Prepara la última estocada Ahogada por el doble filo de la rabia Para perforar a la rosa agonizante Que ante la visión del peligro se deshoja Y desenfunda la vaina escondida entre sus pétalos. ¿Quién saldrá a su encuentro? De tragedias contenidas en la pena Deseosas de hacer el cuento De como se salvaron en el último segundo Mutilando tras de sí el porvenir dudoso Que dibujaban con letras de destino Mis pasos errantes en la arena Del desierto traicionado Presuroso de lucir nuevos estandartes Chocarán muchas veces las espadas, Y las chispas que salten Alumbrarán sin proponérselo La mañana sombría donde fallaste a tu palabra Y todavía me faltas alrededor de la cicatriz Donde el puñal atravesó como esquirlas en el pecho Para dejar en su recuerdo una herida reacia a sanar Hasta que te desangres E inicie la próxima batalla En la que ya no estaré. (José Manuel...

El Doctor Fidalgo

Por Lázara Bacallao González Llegaba yo al Instiruto de Neurología: mujer de 32 años, casada,con dos hijos, médico. Asustadiza de escuchar partes del cerebro que, juro, no retuve en la carrera. Me recibía entonces un singular profesor, que me escudriñaba de los pies a la cabeza. Su pregunta inicial fue si conocía el concepto de crisis epiléptica, a lo que muy segura le respondi que sí, para luego lanzarle el concepto de Epilepsia.  Esbozó una pícara sonrisa bañada en humo de cigarro. Preguntó que dónde había estudiado el concepto y, otra vez, saltó la guajira matancera, más atrevida que instruida en temas neurológicos: "¡Por el MGI , profe!". Me recomendó que en la noche revisara nuevamente el capítulo correspondiente de ese mism libro. Sorpresa, asombro, verguenza... Era aquel extraño profesor el autor del capítulo que pocas veces o solo con el apuro de irme para el Instituto había leído. Hoy sé que no leerá este escrito. Todos sabemos que no pasó de apretar las teclas de un...