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Ha llegado el momento trascendental de hacer el ridículo

Texto de Alejo Carpentier

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Pocas cosas teme tanto el hombre como el ridículo. Y en nuestra época, una de las maneras de hacer el ridículo está en dar muestras de credulidad. El crédulo –es decir, el hombre de buena fe– resulta un elemental y un primario, y por ello tantos semejantes nuestros se creen obligados a pasar por listos, porque la viveza es antídoto del ridículo. 

Pero la vida –la historia– está llena de verdades elementales y primarias. De hechos y casos que están al alcance de todas las inteligencias, y que la buena lógica de pies en tierra analiza sin dificultad.

Esta buena lógica sana observó, en los años que siguieron la paz de 1918, que lops vendedores de armamentos organizaban guerras donde les era posible hacerlo, para abrir mercado a su lucrativa industria. Esa buena lógica se conmovió al ver combatir en España legiones italianas y alemanas. Esa buena lógica denunció hace tiempo a las doscientas familias que retenían toda la riqueza de Francia, como sospechosa de considerar una entrega de la patria a Alemania como medio práctico de salvaguardar sus fueros.

Pero estos razonamientos de buena lógica son los que más molestan a los que tratan de ocultar la verdad. Y por ello especulan sobre el temor al ridículo que todo hombre tiene en su alma. Pronto se encontró modo de confundir la buena lógica colectiva:

–¿Cómo? ¿Usted anda creyendo en vendedores de cañones? Pero ¿se ha dado cuenta usted de que es una imagen, un slogan, creado para espíritus primarios? ¿Usted anda creyendo que hay soldados italianos en España? ¿Usted se traga esas pamplinas para atemorizar borregos de izquierda? ¿Usted anda creyendo en eso de las doscientas familias? ¿Se ha dado cuenta que se pone en ridículo, pobre amigo mío?

Pudorosamente, la buena lógica se repliega sobre sí misma y calla. Vacila. Llega a dudar. Y como la lógica ama el buen gusto, teme haber incurrido en una falta de estilo.

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Hoy la buena lógica, viendo las proporciones que toma la contienda europea, ha comenzado a hablar del peligro nazi, de ambiciones puestas por los Estados Totalitarios en América Latina, de apetitos de conquista animados por el concepto de raza superior pregonado por los dictadores de Europa.

¡Ah, pero no! Ya se han lanzado fórmulas interesadas para poner en ridículo esos sobresaltos de la buena lógica.

¿Peligro nazi? ¡Tonterías! ¿Amenazas para América Latina? ¡Si a Hitler solo le interesa el problema europeo, compadre! ¿Lo de la raza superior? ¡Párrafos de Mein Kampf mal digeridos y peor interpretados por los enemigos de los dictadores! ¡No haga el ridículo repitiendo estas cosas!

Salvo que esta vez, la buena lógica ha comprendido que ha llegado el momento trascendental de «hacer el ridículo».

4 de enero de 1941


Publicado en el diario Tiempo Nuevo y Transcrito del libro El ocaso de Europa 

[Fundación Alejo Carpentier & Ediciones Icaic (2014)]




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