Silvio Rodríguez (Óleo: Gloria Abellán Romero)
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En el borde del camino hay una silla,
la rapiña merodea aquel lugar.
La casaca del amigo esta tendida,
el amigo no se sienta a descansar.
Sus zapatos, de gastados, son espejos
que le queman la garganta con el sol.
Y a través de su cansancio pasa un viejo
que le seca con la sombra el sudor.
En la punta del amor viaja el amigo,
en la punta más aguda que hay que ver.
Esa punta que lo mismo cava en tierra
que en las ruinas, que en un rastro de mujer.
Es por eso que es soldado y es amante,
es por eso que es madera y es metal.
Es por eso que lo mismo siembra rosas
que razones de bandera y arsenal.
El que tenga una canción tendrá tormenta,
el que tenga compañía, soledad.
El que siga un buen camino tendrá sillas
peligrosas que lo inviten a parar.
Pero vale la canción buena tormenta
y la compañía vale soledad.
Siempre vale la agonía de la prisa,
aunque se llene de sillas la verdad.
Sus zapatos, de gastados, son espejos
que le queman la garganta con el sol.
Y a través de su cansancio pasa un viejo
que le seca con la sombra el sudor.
En la punta del amor viaja el amigo,
en la punta más aguda que hay que ver.
Esa punta que lo mismo cava en tierra
que en las ruinas, que en un rastro de mujer.
Es por eso que es soldado y es amante,
es por eso que es madera y es metal.
Es por eso que lo mismo siembra rosas
que razones de bandera y arsenal.
El que tenga una canción tendrá tormenta,
el que tenga compañía, soledad.
El que siga un buen camino tendrá sillas
peligrosas que lo inviten a parar.
Pero vale la canción buena tormenta
y la compañía vale soledad.
Siempre vale la agonía de la prisa,
aunque se llene de sillas la verdad.
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