Ir al contenido principal

El Capitán


 Para un buen profesor...

Así lo tienen, así se ha vuelto... El capitán está loco de remate e intenta esconderlo en tanto el barco no llegue a puerto seguro. Sus ojos lo delatan y, por ello, mientras va de timonel, los lleva casi cerrados como quien comanda con los oídos, en escucha de sus marineros o del mar, antes de decidir el rumbo.

Frente a sus superiores o el consejo de mando, sus párpados continúan a rastras en el intento preventivo y conciliador de censurar al energúmeno… que quiere desertar, llorar, reír aparatosamente con los graves espasmos de su voz de micrófonos. Y cierra los ojos, reina el control y nada sucede. El capitán teme que lo descubran. Teme que todo se vaya al carajo.

Solo en lo desértico de los pasillos de la nave, en la humedad del camarote o cuando habla con marineros carentes de los vicios de contralmirantes y baratos capitanes de fragata, abre sus párpados como dos ventanas inmensas y arranca a pensar en cosas grandes: colores, vida, decencia, regresos, avanzadas… y comienza a conspirar con ideas y palabras que brotan rítmicas, irónicas, fuertes, líricas.

Su semblante, al mismo tiempo, lanza ráfagas de expresiones que pueden representar una ofensa, un “hasta cuándo” o un “quién dice que no… comámonos el mundo”. Y los marineros le creen y se contagian y se enamoran y le responden, con la sencillez del soldado raso: “Vamos capitán”.

Texto: Mario Ernesto Almeida

Imagen: Película al óleo Loving Vicent

Comentarios

Entradas populares de este blog

Romance de la niña triste

Pensando en Raúl Ferrer... (Voy a aprender a escribir/ guajirita desdeñosa/para ponerte una cosa/que me da pena decir. / Qué doloroso sentir/  que llevo dentro un jilguero/ cantándome: —Compañero,/ toma lápiz y papel/ y escribe: “Guajira cruel,/ si no me quieres me muero”). Niña es la niña no inscrita En historietas de hadas. Niña se monta en el viento Y corre como las balas... Niña vive y libre vuela Sin necesidad de alas, Niña nada en lo profundo, Cerca de las mantarrayas Y se trepa por las sogas Sin imaginar las llagas Que después le han de salir En sus manos coloradas. Niña que juega a ganar, Va a jugar y solo gana, Niña, sonrisa de niña, Respira hondo y exhala  Niñez preciosa y robusta Que no cabe en una sala. Niña que al pasado mira Mientras al futuro clama Porque el presente se extinga Y le devuelva las alas, Para correr más que nadie, Para vestir batablanca Y sanar a cada niña Que tal cual ella se abata. Niña allá en el horizonte En los gajos de las matas...

La saeta

Imagen: 123RF Dijo una voz popular: «Quién me presta una escalera para subir al madero para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?» Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos siempre con sangre en las manos siempre por desenclavar. Cantar del pueblo andaluz que todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz. Cantar de la tierra mía que echa flores al Jesús de la agonía y es la fe de mis mayores. !Oh, no eres tú mi cantar no puedo cantar, ni quiero a este Jesús del madero sino al que anduvo en la mar! ( Antonio Machado ) Recibe nuestras crónicas y poemas a través de Telegram  

Comer mierda con la poesía

Por Mario Ernesto Almeida Los actores, pude ver, son un poco comemierdas con la poesía. Les interrumpen una puesta en escena y, cuando logran volver a las tablas, aunque hayan transcurrido años, retoman la obra por donde mismo los obligaron a dejarla. La poesía, a veces, son esas pequeñas comeduras de mierda, mierda que marca y mitifica. Quizás se encuentre ahí la causa de que mierda le deseen, incluso en demasía, a todo el que está a punto de abordar un escenario. No hay tablado sin poesía y cuando lo hay… es muy probable que no valga la pena. Cuando se sube hay que llevarla a cuestas sin importar lo que se vaya a hacer allá arriba: Ballet, música, cualquier otra danza, teatro… Si no vas a leerle un poema a la gente, no te subas. Si no vas en busca de la mueca en los rostros –no con la vanidad de verla, sino con la vocación de servicio que constituye provocarla–, mejor no salgas del espejo de tu baño. Sobre las tablas hay que provocar preguntas, hacer pensar, reír, llorar,...