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Día de padres. Diario de un médico cubano en Perú VII

Por Mario Héctor Almeida Alfonso

Clima frío y mañana… día de padres. Algunos trabajan hoy y otros lo harán cuando amanezca el siguiente día. A pesar de lo que muchos piensen, es una suerte trabajar; sin dudas la mejor opción cuando estás lejos de casa. Te permite matar el tiempo –literalmente–, concentrarte en tus funciones, y logra que esa parte del cerebro donde guardas el mayor tesoro, que es la familia, yazga sencillamente en off. Luego llegas al cuarto, te bañas, cenas y, gracias al cansancio de la jornada, por fin duermes.

Ayer, algunos compañeros comentaban que, en su puesto de trabajo, los colegas peruanos los sorprendieron con una actividad por el día en cuestión. Llegaron emocionados porque no esperaban que los atendiesen así a solo una semana de haber comenzado.

Marrero, especialista camagüeyano en Medicina General Integral, trabaja en la atención primaria de la Red de Salud Pacífico Norte, en la posta de Magdalena Nueva. Desde su arribo, ha laborado en tres posiciones diferentes: en una carpa dispuesta para el triage (clasificación del paciente cuando llega requiriendo atención médica), también en el grupo de respuesta rápida a domicilio y en el seguimiento diario a los pacientes positivos a la Covid-19 y sus contactos.

Él resultó uno de los boquiabiertos cuando su gerente de salud lo sacó de la rutina diaria y lo convocó a una actividad en homenaje a los padres. Marrero tiene cuatro hijos y por las venas de cuatro personitas más –los nietos– corre igualmente su pedigrí. Le movieron el piso. Con un discurso sencillo, me contaba cómo le decían que no se sintiera lejos de la casa porque ahora ellos eran su familia… una gran familia.

Raúl es un sagüero con vasta experiencia en la enfermería y ha estado lejos del hogar muchas veces; esta es su tercera misión internacionalista. La primera en Angola entre los años 1985 y 1987, luego en Venezuela y ahora aquí, en Nuevo Chimbote, Perú.

Trabaja en la emergencia del hospital La Caleta y fue al que, hace unos días, le entregaron la carta que un niño tituló “Pastillas para el alma”, enunciado que igualmente encabezó el capítulo anterior de este diario. 

Con una hija y dos nietos, ayer se sobreexcitó cuando conversó con el mayor de ellos y le pedía explicaciones sobre las luces que se divisaban desde la terraza. Es un artesano empírico y hoy nos mostró fotos de algunos trabajos suyos.

Alain, joven clínico de Camagüey, apareció alegre después de su jornada en la propia emergencia de La Caleta, pues sus diagnósticos y tratamientos están resultando en la mejoría de los pacientes. La utilización del método clínico se vuelve fundamental y evita los a veces innecesarios estudios o pruebas de diagnósticos más complejas.

Tiene un hijo de 16 años al cual solo le duplica la edad. Orgulloso reseña la relación con “su chama”, fruto de la inmadurez de un adolescente pero que, asegura con toda confianza, se convirtió en el más preciado tesoro. Ya se los decía arriba… la familia.

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En este grupo de 27 hombres, quien no es padre es hijo, por lo que la fecha no resulta indiferente para nadie. Muchos añorarán  a sus progenitores, vivos o no, a sus hijos y nietos. El que aún no conozca de la paternidad, soñará con las semillas que engendrará una vez en casa. Nunca resulta mal momento para fabular planes futuros.

En lo particular, recuerdo a mi viejo cada instante y, aunque tuvimos muchos desacuerdos, me entregó lecciones para toda la vida: que la familia que construyes es tu responsabilidad, que la forma de llevar comida a la mesa es trabajando, que ningún trabajo es indigno y que no existe nada más indigno que no trabajar. Me enseñó a ser honesto y, lo más importante, a no claudicar  nunca.

No sé si estoy cumpliendo sus expectativas, pero he tratado de transmitirles a mis hijos esos preceptos. Ellos son mi mayor orgullo, mi fe y mi esperanza.

Publicado en Cubahora

Imagen tomada dé la página en Facebook de la embajada de Cuba en Perú. 


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