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Van pasando los días y las historias personales ya no lo son tanto. Este grupo heterogéneo se ajusta como un central azucarero a pocas fechas de iniciar la molienda. Somos de lugares diversos, con caracteres y personalidades diferentes, pero todos con una sola verdad: cubanos.
Se trata de dar lo mejor de sí en cada jornada de trabajo. Se suscitan anécdotas cargadas de emoción, en las que ser útiles y salvar vidas aparecen como justo pago por el esfuerzo.
Con irreverente pasión, ayer el neumólogo de la brigada contaba sobre un anciano de 85 años al que ya se le podía dar de alta. El viejo le indicó ser uno de los sobrevivientes del terrible terremoto del 70, del cual recientemente se cumplieron cinco décadas. Comentó que, entonces, a su hermano le habían transfundido sangre cubana y a él no, y que por eso –bromeaba– su dichoso familiar no había enfermado de Covid-19 y él sí.
El paciente asintió a fotografiarse con el doctor, quien ahora nos enseñaba con orgullo las instantáneas, pues –insisto– después de un trabajo agotador esta resulta la mayor recompensa.
Hay un grupo de colegas, especialistas en Medicina General Integral (MGI), que están trabajando en las comunidades. Allí pesquisan a diario, puerta a puerta, en busca de posibles infectados. Además, están realizando un levantamiento de pacientes con enfermedades crónicas no transmisibles y otras dolencias, para clasificar a esa población en grupos de riesgo, lo que permitirá tratarlos de manera oportuna y evitar con ello las complicaciones.
Hace solo una semana que comenzaron a trabajar y ya muchos de los lugareños los esperan, deseosos de que toquen a sus puertas. Este trabajo lo realizan junto a profesionales peruanos, logrando armonía y vislumbrando hasta la fecha buenos resultados.
Otros colegas cubanos se encuentran en distintos puntos de este pedazo de la geografía costeña del Perú y la aceptación, según cuentan, no puede ser mejor. Al principio hubo cierto grado de desconfianza, pero la responsabilidad ante el trabajo, la seriedad y el profesionalismo han logrado limar cualquier aspereza.
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A Lino lo conocí hace unos meses en el examen estatal para residentes de MGI, en el área de salud donde trabajamos normalmente. Lejos estaba de suponer que nos volveríamos a encontrar en estas circunstancias.
Pediatra de profesión, al llegar al nuevo hospital se percató de que habían nacido varios niños prematuros. Su perspicaz mirada lo hizo reparar en un temblor de tierra acontecido días atrás e identificó este factor común en el territorio como posible causa del fenómeno en las embarazadas. Las situaciones de catástrofe –naturales o no– condicionan el aumento de la natalidad, a expensas de no cumplirse todo el período de gestación.
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Soy, como dicen los seguidores del fútbol o la pelota, un fanático. Pero en este caso de la labor estoica que realizan los enfermeros. A mi juicio y después de verles laborar durante años, son los que tienen el mayor premio de vidas salvadas.
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Ellos, además de cumplir las indicaciones médicas a cabalidad, identifican los síntomas de alarma al llevar a cabo la toma de signos vitales. Por si fuera poco, son los más expuestos al contacto directo con el paciente y sus fluidos corporales, realidad que los vulnera particularmente en estos momentos de epidemia.
En carta a Gonzalo de Quezada (1890), el más universal de los cubanos escribía: “La más noble de las ocupaciones, y quién sabe si la más grata, es la de Enfermeras”. No se equivocaba José Martí y, a más de un siglo, sus apuntes sobre la salud, la enfermedad y la profesión de enfermería cobran un significado especial.
Ya me decidía a terminar de escribir por hoy cuando un enfermero de la brigada compartía la foto de una carta que les entregó un niño, mientras trabajan en la zona de emergencias del hospital La Caleta, aquí en Nuevo Chimbote.
Con el título “Pastillas para el alma” este pequeño expresaba: “Queridos doctores y enfermeros: No crean que están solos en esto. Todos nosotros estamos juntos para acabar esta pandemia y estamos dispuestos a darlo todo. Mi familia y yo los ayudamos quedándonos en casa. Ustedes son nuestros héroes […]”.
Estas pequeñas cosas –ya les digo– día a día nos mueven.
Publicado en Cubahora
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