Ir al contenido principal

El gigante

¿Y qué hago yo aquí donde no hay nada
grande que hacer? ¿Nací tan solo para
esperar, para esperar los días,
los meses y los años?
¿Para esperar quién sabe
qué cosa que no llega, que no puede
llegar jamás, que ni siquiera existe?
¿Qué es lo que aguardo? ¡Dios! ¿Qué es lo que 
aguardo?

Hay una fuerza 
concentrada, colérica, expectante 
en el fondo sereno
de mi organismo; hay algo,
hay algo que reclama 
una función oscura y formidable.

Es un anhelo
impreciso de árbol; un impulso
de ascender y ascender hasta que pueda
¡rendir montañas y amasar estrellas!
¡Crecer, crecer hasta lo inmensurable!

No por el suave 
placer de la ascensión, por la fútil
vanidad de ser grande…
¡sino para medirme, cara a cara,
con el señor de los dominios negros,
con alguien que desprecia
mi pequeñez rastrera de gusano,
áptero, inepto, débil, no creado
para luchar con él, y que no obstante,
a mí y a todos los nacido hombres,
goza en hostilizar con sus preguntas
y su befa, y escupe y nos envuelve
con su apretada red de interrogantes!
¡Oh Misterio! ¡Misterio! Te presiento
como adversario digno del gigante
que duerme sueño torpe bajo el cráneo;
bajo este cráneo inmóvil que protege 
y obstaculiza en sus paredes cóncavas
los gestos inseguros y las furias
sonámbulas e ingenuas del gigante.
¡Despiértese el durmiente agazapado,
que parece acechar tus cautelosos
pasos en las tinieblas! ¡Adelante!

Y nadie me responde, ni es posible
sacudir la modorra de los siglos
acrecida en narcóticos modernos
de duda e ignorancia; ¡oh, el esfuerzo
inútil! ¡Y el marasmo crece y crece
tras la fatiga del sacudimiento!

¡Y pasas tú, quizás si lo que espero,
lo único, lo grande, que mereces
la ofrenda arrebatada del cerebro
y el holocausto pobre de la vida
para romper un nudo, solo un viejo
nudo interrogativo sin respuesta!

¡Y pasas tú el eterno, el inmutable,
El único y total, el infinito,
Misterio! Y me sujeto
con ambas manos trémulas, convulsas,
el cráneo que se parte, y me pregunto:
¿qué hago yo aquí, donde no hay nada, nada
 grande que hacer? Y en la tiniebla nadie 
oye mi grito desolado. ¡Y sigo
sacudiendo al gigante!

1923

*Transcrito, letra a letra, en la madrugada del 8 de junio de 2020, de la Antología poética de Rubén Martínez Villena: El párpado abierto. Edición Letras Cubanas. 2004.

4:52 am.


“El coloso”. 1808. Pintura atribuida a Francisco de Goya. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Aquí estamos...

La chica de alquiler, el pelo en la mejilla, las nubes en los ojos, alguna que otra silla ; sillas que te invitan a mirar p’al la’o, la navaja de un tipo parte otro costa’o. Acostados en su trono están algunos tipos que te dicen: “Aguanta, lo peor no lo has visto”. Los ojos de tus hijos frente a las vidrieras, el café de un amigo, el canto de mi abuela. Oooooh, oooh, oooh jey ye la-la, oooooh, oooh, na na na ye la-la. Oooooh, oooh, oooh jey ye la-la, oooooh, oooh, na na na ye la-la. Aviones regresando con la pacotilla, nostalgias que regresan de la noche al día, los yumas tiran fotos donde más te humillan con lentes que no captan nuestra poesía. La prensa y la TV con la misma noticia: amanece Bagdad con una nueva herida. El mundo dando vueltas gira con la vida, de nuevo el mismo cuento de la bala perdida. Todo el mundo se pregunta quiénes somos y adónde vamos. A la luz a de los faroles, poetas y enamorados. Todo el mundo se pregunta quiénes somos y adónde vamos. Con los pies sobre l...

Canción del amigo

  Poco te recuerdo: Sin embargo, ahora, quiero elevar un canto enorme de palomas y cantar a tu regreso, que presiento durará un tiempo. Dos años ya es mucho, mucho tarda tu retorno. ______ Poema de Javier Heraud                                                                                                    A Degenhart Briegleb,                                                                                                   dégale para algunos   1 Caminamos mucho tiempo juntos, juntos l...

Incertidumbre de soldado

Soy soldado de una guerra sin saber ni el como ni el porqué, solo por haber nacido  donde nací. Cada día puede ser el último, cada día puede ser el primero.  He visto caer a los mejores guerreros y sobrevivir a los peores, he visto visto llorar a los más valientes y sonreír a los miedosos.  He visto quien no ha luchado nada y manda a todos, he visto quien muere luchando sin mandar a nadie.  Todos me dicen cómo luchar pero nadie me dice cómo ganar.  Ante mis ojos se desvanece la esperanza y surge mi instinto de supervivencia, nunca pensé llegar tan lejos, no quiero pensar que llegare hasta aquí. No sé por qué sigo luchando, no se si será mejor rendirse, no sé a quién escuchar ni por quién pelear.  Lo único que sé es que no quiero esta vida; quiero una vida... una vida digna de vivir. (José Orlando Cepero Gómez) Imagen: Pinterest